Aproximación nada tópica a la exploración del nuevo mundo por los ingleses. El film arranca en 1607, cuando tres barcos avistan tierra tras una larga navegación atlántica. Les empuja el deseo de prosperar, la promesa que nadie garantiza de que se harán ricos en los lugares recién descubiertos. Pero la creación del asentamiento costero de Jamestown se hace penosa, y hay miedo de tratar con los nativos. Así que encomiendan la tarea al capitán John Smith, como mejor alternativa a la de su muerte en la horca por insubordinación. Cuando se adentra en el interior con sus hombres, son atacados y sólo él sobrevive. Contra pronóstico es aceptado en un poblado, donde aprende a apreciar las costumbres indias, al tiempo que surge el amor por la joven hija del jefe powhatan, la hermosa e inteligente Pocahontas. La promesa incumplida del regreso de la expedición a Inglaterra, y la ayuda prestada a Smith por Pocahontas, traerán consecuencias imprevisibles.Me atrevería a decir que este film tiene en su contra esa cursilada animada de la Disney titulada Pocahontas, el triste precedente de Colin Farrell en una película histórica (!), la olvidable Alejandro Magno, y lo que con mirada superficial -e injusta- podría describirse como un aire a El lago azul. Por favor, prejuicios fuera. Terrence Malick saca a pasear su alma de poeta, y recrea la historia de modo pausado, con extraordinaria delicadeza, y sin caer en extremismos no deseables. Ya sólo la belleza del plano en que los indios admiran las naves recién llegadas, que tendrá su correspondencia ulterior en Inglaterra, cuando Pocahontas descubre una catedral, hablan de que la hermosura de las tierras vírgenes tiene su contrapunto en los logros de la civilización. Ciertamente, la vida de los indios tiene algo de edénico, como de tranquila vida lograda, pero quizá su modo de desenvolverse no sea muy distinto al de los habitantes de la campiña inglesa. En cuanto al contraste de nativos y exploradores, son lógicas las diferencias entre quien buscaba algo mejor y encuentra mil y una penalidades, y quien se conforma con lo que tiene. Eso sí, la crueldad en la batalla es equiparable.
Acierta Malick al trenzar la historia de amor y la transición gradual de Pocahontas a los modos occidentales. Un Farrell contenido, una sorprendente y bella Q'Orianka Kilcher que tenía quince años cuando hizo el film, y un reposado Christian Bale, constituyen los tres lados de un triángulo atípico, donde se entienden bien el entusiasmo adolescente transformado por el sufrimiento en amor por esposo e hijo, el abandono por satisfacer los anhelos exploratorios, o el amor redescubierto del bondadoso viudo.

La expedición de la que formaba parte el capitán John Smith se hizo a la mar el 20 de diciembre de 1606. El plan era la colonización de Virginia a través de la Virginia Company of London, que había logrado una concesión del rey Jaime I de Inglaterra. La expedición vio tierra americana por primera vez el 26 de abril de 1607, en el cabo de Henry. El 13 de mayo comenzaba el asentamiento de Jamestown, llamada así en honor al monarca inglés.
Durante el viaje, Smith dio problemas al jefe de la expedición, el capitán Christopher Newport, que llegó a pensar en su ejecución, decisión finalmente no tomada, pues todos los hombres eran valiosos en el nuevo mundo. En diciembre de 1607 Smith fue capturado y llevado al pueblo indio del jefe Powhatan, situado a 25 kilómetros de Jamestown. Allí conocio a su hija Pocahontas, que tendría alrededor de 12 años (Smith tenía 26), y que intercedió en su favor. No existe constancia histórica acerca de una relación amorosa entre la joven y Smith. La sed de aventuras de éste le llevó a explorar la bahía de Chesapeake. Mientras, ella fue secuestrada por colonos ingleses, y su padre no pagó el rescate que se pedía. Así que se adaptó a su nueva vida, y fue bautizada como cristiana con el nombre de Rebbeca. Se casó con John Rolfe, colono viudo, y tuvo con él un hijo, Thomas. Pocahontas viajó a Inglaterra, y fue recibida por el rey. Se reencontró en alguna ocasión con Smith, y murió joven, unos 22 años, probablemente de neumonía o tuberculosis.
El periodo prehispánico abarca un lapso que va desde la llegada del hombre a nuestro continente hasta el descubrimiento de América por los europeos. Este periodo tuvo en lento desarrollo que se inició con los primeros recolectores y cazadores hasta la formación de asentamientos estables debido a la práctica de la agricultura que obliga a esperar en un mismo sitio el producto de la cosecha. Estas sociedades incipientes se agrupan en aldeas formadas por viviendas muy simples, convirtiéndose con el tiempo en centros ceremoniales que responden a una ideología, la que se expresa mediante diversas manifestaciones religiosas. Es característico de estos grupos humanos el cuidado que ponen en los enterramientos a causa de su creencia en la otra vida. Por ello se conservan los cuerpos mediante procesos de momificación. Finalmente, se forman grandes y poderosos estados gracias a una organización eficiente, al uso de una tecnología avanzada y a la distribución del trabajo, lo que permite tener un excedente que se utiliza al servicio de la comunidad. Se construyen templos, palacios y caminos, y se conforman las primeras ciudades. Existe un arte desarrollado que se manifiesta principalmente mediante la cerámica y la textilería.
El hombre llegó a los andes durante la era cuaternaria, convivió con los grandes animales del periodo, como el tigre de dientes de sable y otros. Algunos de estos animales se transformaron pero la mayoría no sobrevivieron tal el caso del caballo. La población debido a la corriente migratoria de cazadores procedente del norte, invadió los Andes huyendo de las rigurosas condiciones climáticas de la última glaciación. Los nuevos migrantes se asentaron definitivamente desarrollando una cultura incipiente. A este período pre cerámico y pre agrícola corresponde la industria lítica de Viscachani, que se adjudican una antigüedad de varios milenios. De Viscachani se hallaron piezas similares a las hojas de laurel que les sirvieron para la caza y se usaron adheridas a lanzas arrojadizas. En esta etapa ulterior estos pueblos cazadores convivieron con la fauna post-glaciar, desarrollaron una cultura incipiente relacionada con la arquitectura rupestre. A los pueblos cazadores les siguieron los pescadores que usaron embarcaciones de totora, cuya herencia quedan en el lago Titicaca y en las costas del Pacífico, en Huanchaco Perú. Sus descendientes son los Urus. Si consideramos el entorno físico de la región altiplánica situada entre la Cordillera Occidental y la Cordillera Oriental, tenemos la cuenca lacustre cuya historia está ligada a la fluctuante climatología de la zona. Según el informe de Ostrom hacia el año 10.000 antes de nuestra era el nivel del algo estaba 5 mts. más alto que el nivel actual, de manera que su extensión era mayor a la que conocemos. En el sur existía un gran lago, llamado Tauca, el cual cubría el territorio que ahora ocupan los salares de Uyuni y Coipasa y los lagos Poopo y Uru-Uru con una extensión de 43.000 kilómetros cuadrados. A partir del año 8.500 antes de nuestra era empiezan a decrecer las lluvias produciéndose una gran sequía hacia el año 5.00 a.c. Es entonces que el lago Tauca se seca y el lago Titicaca disminuye su volumen y extensión, quedando el lago menor o Wiñaymarca sin agua. Esto indica que culturas antiguas como la de Viscachani, quedaban muy cerca a las fuentes de agua. Es posible que los urus desciendan de pueblos similares a los de Viscachani, pueblos que estuvieron sujetos a una vida dependiente de la pesca y otros recursos que proporciona la cuenca lacustre, como la totora. A partir de la gran sequía las condiciones mejoraron y hacia el año 2.500 a.c. las condiciones hidrológicas fueron tan favorables que antes del año 1.000 a.c. aparecen las primeras culturas del formativo, como Wankarani y Chiripa y más tarde Pucara.





